sábado, 23 de abril de 2011

Pasaban los días y Roberto seguía igual. Se estaba ahogando, ya había perdido la esperanza y el asco por el vino barato. Tomaba para no pensar, no pensar en ella, que no era nadie y era el Cosmos a la vez. Eso era, la contradicción entre el todo y la nada, un ente repulsivo al que no podía dejar de amar.
De momento se limitaba a ir al chino en pijama, ya sin trabajar, sin leer, sin darle de comer al gato. Todo quedaba en un tirarse en el sofá a pensar en ella y comer esa porquería enlatada que antaño tanta repulsión le producía.
Ella no era hermosa, tenía pocas curvas y una risa insoportable. Pero Roberto la quería.
Ninguno de sus amigos comprendió cuando comentó estar en una relación con la camarera del buffet de la universidad en la que trabajaba, pero qué más da, Roberto la quería. Fea, poco inteligente, tosca, predecible. Se volvió una droga difícil de hallar.
Todo se daba tan normalmente... todo en ella era tan común que Roberto la pensaba eterna. Uu día se fue. Sin más, Roberto llegó y ella ya no estaba allí. El teléfono sonó pero no era ella. Ella nunca llamó. Llamaron del trabajo, del club de polo, los del grupo de ajedrez. No era ella, nunca era ella. Ella no llamaba y el aire se volvía más pesado a medida que la barba le crecía, desprolija como nunca.
Hoy Roberto estaba ahí, con su lata y su vino inmundo, mirando fijamente el teléfono. Ya se que no me vas a llamar, ignorante. No me vas a llamar y yo me voy a conformar con amarte entre mis cosas que ya no son tuyas. Tu simpleza es tan compleja que no vas a llamar.
El teléfono sonaba, y Roberto con su lata en la mano deseó que no fuera ella...

2 comentarios:

  1. Hola. Soy Fede... Me gusta lo que escribís
    Seguí así y pasate a letras que te andan esperando

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  2. Gracias Frederik =D
    ¿Y tus letras? ¿Cómo andan?
    Me alegra que me esperen, pronto estaré rondando sus pagos.

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