viernes, 27 de mayo de 2011

IV

Tu espalda, tan sencilla,
la Historia cotidiana.
Tus manos son de arcilla
el trabajo, la mañana.

Tus ojos son verdades
de íntima paciencia.
Tu boca es tanto sabia
cuanto juega a la prudencia.

Tu cuerpo, todo un Todo,
esa suma de las partes.
Y mi cuerpo, aunque otro
cero de tus seis mitades.

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